Siete Moradas del Corazón de Jesús

Investigación, Interpretación, Difusión, Experiencia de Enrique de Ossó

Ofrecemos una propuesta orante, tomada del libro escrito por Enrique de Ossó, recuperando elementos esenciales de su propuesta original y siguiendo su mismo objetivo:

«…es tan solo un guía para introducirla provechosamente en la sagrada Mansión del Corazón de Jesús, y para tener todos los días algo sólido que imitar y meditar. Mas, si llama el divino Maestro al
alma a otro punto o materia, déjesela ir con su Amado…»

El TEXTO ORIGINAL, escrito por San Enrique de Ossó en 1894, está en la biblioteca de nuestra página web, y puedes acceder al mismo en el este vínculo.

Nuestra propuesta está pensada para orar durante los 7 días previos a la fiesta del Corazón de Jesús, haciendo coincidir cada día con una Morada. Pareciera que Enrique de Ossó, nos invita a considerar el corazón humano y divino de Jesús, y entrar en él para conocerlo más profundamente, siguiendo a Teresa de Jesús, que nos impulsa a descubrir el propio Castillo Interior, en el cual hay muchas moradas, pero ella las engloba simbólicamente en siete. Hemos tomado el texto de Enrique de Ossó, del siglo XIX, haciendo una re-lectura desde la realidad que contemplamos en este siglo XXI.

Puedes descargar el TEXTO COMPLETO de la propuesta orante: vínculo.

Para cada día hemos preparado un video motivacional, que nos ayude a centrarnos y a disponer el corazón para un diálogo personal e íntimo con Jesús.

Invitación1a. Morada2a. Morada3a. Morada4a. Morada5a. Morada6a. Morada7a. Morada
EntraAmorHumildadPazRectitudAdhesión…UniónEntrega

Invitación

Quiero entrar en tu Corazón, Jesús, todos los días,

para vivir en Ti y aprender de Ti, tu modo de relación

con todos y con todo.

Acojo la invitación de Jesús a vivir en Él, a buscarle incansablemente dentro de mí, fuera de mí, en los otros, en las diferentes situaciones del mundo, sus contrastes, sus paradojas impactantes, la violencia y el silencio, los gritos de los necesitados y la paz del desierto. Acepto confiada la invitación de Jesús, personal y plena, una invitación que Él hace para todos. La llamada de Jesús me hace sentirme yo misma, me lleva a aceptarme, a amarme, me llena de fuerza y confianza. La llamada de Jesús me hace partícipe de la humanidad, de ese grupo inmenso y multiforme que te busca, se aleja, y lucha por encontrarse.

Vengan a mí, todos los que están cansados y agobiados, y yo os consolaré.

Aprendan de mí todos porque soy manso y humilde de corazón

y encontrarán descanso” (Mt 11,28-29).

Aquí venimos todos, Jesús. Como pueblo extraviado que anda en la noche buscando la luz. Como grupo que a veces no oye tu voz ni la voz del hermano. Como humanidad que atraviesa oasis y desiertos, dunas y bosques. Venimos cansados, venimos agotados, peleados entre nosotros, hastiados de injusticias. Venimos a tu encuentro. No necesitamos juicio. La misericordia se ríe del juicio.

Llamas a todos, la puerta está abierta:

«El que tenga sed, venga a mí

y le daré Agua Viva” (Jn.7 37-39). 

Has abierto tu puerta, para que entremos, aunque no sabemos que entramos, a descansar de nuestras luchas, a vivir de tu vida, a ensayar la aceptación de lo diferente, a convertir las lanzas en podaderas, a beber en tu huerto.

Tu tienes abierta tu puerta de par en par, para todos aquellos que son juzgados, discriminados, apartados, asesinados, perseguidos, humillados. Tu tienes abierta tu puerta de par en par para todos los que te buscan, los que te ignoran, los solitarios, los egoístas, los que están perdidos. 

Danos tu agua viva. Agua viva de la reconciliación, del amor, de la humildad, de la paz, de la autenticidad, de la adhesión a tu proyecto, de la entrega, del discernimiento.

Por esto:

Movida por tu invitación
acudo a ti, Jesús,
para pasar este día
en la Escuela de tu Corazón
aprendiendo las lecciones de vida
que Tú quieras darme

Primera Morada: Amor

Me dices, Jesús:

No hallarás un corazón que te ame tanto como el mío, ni que lo haya demostrado mejor.

… cuanto más crezcas en mi amor, cuanto más te adentres en lo más secreto de mi corazón, más motivos hallarás que te despertarán a amarme.

Yo:

Y es así, nadie tan Padre, tan amigo como Tú Jesús; en tí descanso y descubro el Amor que me enseña un amor a la altura del sueño de Dios sobre cada uno de nosotros. Porque no cualquier amor nos sacia; no cualquier amor nos colma… tan solo un Amor a tu medida

Deseo amarte, con todo mi corazón, con toda mi alma y con todas mis fuerzas en esta realidad que vivo, en este mundo herido que busca el amor de mil maneras, sin encontrarlo… y ya que tu Evangelio, es ley de amor, concédeme hacerlo todo por amor, porque sé, Jesús, que la prueba del amor no son las palabras, sino las obras.

Que tu amor me lleve a amar como tú, Jesús
Para nosotros eres, Jesús,
nuestra mayor felicidad.
Guárdanos en ti,
viendo en tu Amor y por tu Amor
Has hecho los corazones para amar,
y nadie puede ser feliz
sino amándote,
habitando, por amor, en tí.
Cuanto más crecemos en tu Amor,
y nos acercamos a lo más secreto de tus sentimientos,
más motivos hallamos
para amar con pasión.
Amor que late con cada latido de la creación.
que ama especialmente lo más frágil
y lo más pequeño, lo más vulnerable.
Amor que alienta la vida y despierta lo que está dormido.

Acompasa mi latido con el tuyo, Jesús.

Segunda Morada: Humildad

Jesús:

“La humildad es la verdad, Yo soy la Verdad». Verdad en los pensamientos. Verdad en los sentimientos. Verdad en las palabras. Verdad en las obras. La humildad es el contacto con tu yo más profundo, con tu ser auténtico.

Yo:

La humildad es el encuentro genuino con el Dios de la Vida desde lo que yo soy. La humildad construye mi paz interior, me ayuda a aceptar mi pequeñez, mi sencilla grandeza de humano que lucha y que ama. La humildad ilumina mi limitación, me hace contemplar mis límites con amor. La humildad, mi verdad, es confianza, fortaleza, porque yo no puedo nada, pero todo lo puedo en Jesús, el que acoge mi todo y ama mi nada.

Mi verdad asumida y amada es el principio de mi relación con los hermanos. Mi verdad es el principio de la vida en comunidad, porque me deja vulnerable ante las limitaciones de los otros. Me alienta a caminar, a conectar desde el desgarro de la verdad, desde las heridas de mis hermanos. Me ayuda a comprender el tejido humano común, la alegría de los otros, la desdicha. Mi verdad no me deja otro camino que la misericordia.

Todos venimos a Ti, Jesús.
Los que nos equivocamos, para hallar misericordia,
los pequeños, porque tu eres su centro,
los humildes, porque eres su modelo,
los que no saben, porque eres su maestro,
los enfermos, porque necesitan médico,
los que buscan, porque eres su horizonte,
los que son perseguidos, porque eres su refugio.
Somos gente en camino,
con límites y equivocaciones,
gente que ama y que sufre.
Concédenos conocernos y aceptarnos,
saber de nuestra pequeñez y de tu ternura,
Concédenos avanzar confiados en tu amor
y en tu fuerza.

Aquí estamos Señor, tal y como somos.
Danos tu amor.

Tercera Morada: Paz (Mansedumbre)

Jesús:

Te invito a descubrir en esta tercera morada, la no violencia. Aprende de Mí, porque mi Corazón no es violento, así hallarás paz.

Un corazón pacífico frena la cólera y quita todo deseo de venganza. La fuerza de la no violencia radica en el corazón. Medita mis obras.

Oye mis palabras y aprende de mí: ámense los unos a los otros, como yo los he amado. Perdonen y serán perdonados. Hagan el bien a sus enemigos.

Yo:

Veo, Jesús, que los corazones se han de tratar cordialmente para ganarlos. Quiero aprender de tí, Jesús. Lo que nuestro mundo hoy no acaba de aprender, es precisamente que no es la guerra la que resuelve los conflictos, que las heridas del pasado no se sanan eliminando enemigos, que la violencia genera más violencia.

Tu Jesús, nos muestras el camino del amor, del perdón, de la paciencia, de la humanidad. Te empeñas en llamarnos amigos, y nos quieres conviviendo en paz.

Te escucho Jesús decirme: Aprende de Mí, y hallarás paz

Contemplo desde tu Corazón, este mundo herido,
en lucha constante, enfrentándonos
y lastimándonos unos a otros, sin paz…
Quiero Jesús, aceptar tu invitación
a poner la mano en esa herida de tu costado,
tocar tu corazón que sufre en cada uno de nosotros,
y que este toque blando y amoroso cure tanta infidelidad,
tanto rencor y dureza.
Tu amistad nos perdona y nos enseña la paz.
Tú, Jesús, no elegiste la violencia; al contrario,
con afabilidad y paciencia con la humanidad,
nos muestras otro camino.

Haz Jesús, mi corazón semejante al tuyo.

Cuarta Morada: Rectitud de intención

Jesús:

Aprende de mí a obrar en todas las cosas con rectitud de intención. Este es el secreto misterioso que transforma en oro purísimo de caridad las más cotidianas, pequeñas y ordinarias acciones, cuando son hechas por puro amor.

Yo:

Vivir con rectitud es vivir no para mí, sino para ti, para los hermanos. Vivir con rectitud es encauzar hacia la entrega todos los actos de mi vida. No buscar mi interés, mi bien únicamente, sino dejarte vivir a ti en mí. Me contenta contentarte, tú eres mi alegría, y tu alegría es que mis hermanos vivan. Mi alegría es vivir para ti. Mi alegría es vivir para llevar tu paz, tu perdón, tu amor.

No quiero defender mis intereses, sino tus intereses. No quiero luchar por mi éxito, sino por construir una sociedad donde se puede ser feliz. No me interesan los coros de aduladores, sino la justicia y  la equidad. No busco la gloria, sino el perdón.

Quiero orientar mi corazón, mis deseos, palabras y obras, a contentarte. Quiero hacer vida el Todo por Jesús.

Todo por Jesús.
No quiero pensar, ni desear, ni hablar,
ni vivir, si no es por ti, Jesús.
Quiero emplearme en tu servicio y amor.
Todo por Jesús, todo con Jesús, todo para Jesús,
todo para y por amor a todos, a quienes amas, Jesús.
Con esto,
estaré atenta a lo que mueve mi corazón, Jesús,
aprenderé de tu misericordia a dar misericordia,
sentiré en mí mismo corazón el dolor del mundo,
experimentaré el sufrimiento por las heridas de la humanidad.
Encaminaré todos mis actos a hacer vida tu amor en los hermanos.

Todo por Jesús. Viva Jesús.
Vive Jesús en mí, permíteme salir de mí,
para vivir en ti.

Quinta Morada: Adhesión al proyecto de Jesús (Conformidad con la voluntad de Dios)

Jesús:

Confía plenamente en mí, que soy tu Dios y tu Padre, todo lo ordeno y dispongo para tu bien.

¿Por qué temes, pues, y te inquietas y andas turbada y ansiosa y acongojada con los afanes de la vida? Soy quien te ama y se interesa más que tú misma, en tu felicidad.

Yo:

Gracias, Jesús, por admitirme a la Escuela de tu Corazón, donde descubro cómo Tú guías mi día a día. Quiero ser parte de tu proyecto,  quiero lo que Tú quieres; lo quiero como Tú lo quieres; lo quiero porque Tú lo quieres. Que se haga en mí tu voluntad.

Habla a mi corazón, Señor y Maestro, tu discípula escucha. Llena mi ser de fuerza, valor y audacia; mueve, con tus palabras y ejemplos, mi decisión de seguirte; deseo irte descubriendo por medio de quienes te abres paso en mi vida, entre las circunstancias en que me hablas y me habitas.

Dame, Señor, grandeza de espíritu y una mirada
que te descubra en las circunstancias,
en quienes caminan a mi lado,
de modo que solo sienta, desee, ame,
sufra, hable y obre como Tú, Jesús.
¡Cuánta paz hubiera gozado yo en todo,
si hubiese sabido confiar plenamente en tí,
y hubiese acudido a ti… No me castigues jamás
en darme lo que yo quiero y deseo, si tu amor,
que en mí viva siempre, no lo desea.
¡Tuya soy! ¿Qué quieres, Señor, de mí?
Enséñame, Señor, a descubrirte en medio de cada vivencia,
a que mis deseos, mis sueños, mis luchas, me lleven a tí
y fortalezcan mi respuesta a tu llamada a amar.

Quiero caminar contigo
confiada y amorosamente.

Sexta Morada: Unión con Dios y la humanidad

Jesús:

El amor es la medida y lo que da valor a todas las cosas. Sólo el amor es capaz de sacar de la razón. Solo aquel que ama a los hermanos es capaz de dar la vida por los hermanos. Quien no sabe sacrificarse, no sabe amar: el amor vive de la unión con el otro. Yo no viví para mí, sino para mi Padre.

Yo:

Tenemos vidas muy concertadas, Jesús; racionales, cómodas, tranquilas, ordenadas, pacíficas. Buscamos la paz, la tranquilidad, el orden, la estabilidad, la serenidad.

Pero tú viniste a traer fuego a la tierra. Tú eres el Jesús que cruza a la otra orilla, rompe las seguridades, desordena lo establecido, trae el caos a la vida, desestabiliza nuestras normas, que viene a mí y me dice: ven y sígueme. Deja todo, y sígueme. Y ya no te hagas planes, porque si me amas, tu universo va a colapsar, tus caminos se van a truncar mil veces.

Tú, eres el Dios de los caminos recónditos,
de las sorpresas constantes,
aquel que lo pide todo y empuja a vivir
un Solo Dios Basta hiriente y desgarrador,
el Solo Dios Basta de quien ya no tiene nada,
de quien perdió todo agarradero.
Tú me pides todo, Jesús,
y me das el todo envuelto en la nada.
Me pides que deje tu proyecto y abrace el tuyo. Me pides que el amor guíe mis pasos.
Me pides que arriesgue mi vida por ti, que arriesgue mi vida por mis hermanos.
Me pides poner mis seguridades en último lugar,
y seguir tus pasos sorprendentes.
Me pides luchar sin descanso, sin mirar atrás, sin mirarme a mí.
Jesús, tú que lo diste todo para todos,
me pides que me haga una con todos y con el Todo,
para vivir dándome en plenitud.
Tú, Jesús, Dios vivo y verdadero, ven a mí,
y une mi voluntad a la tuya, mis pasos a los tuyos, mi entrega a la tuya.

Que no viva yo,
sino aquel que es más que yo
y que lo dio todo por la humanidad.

Séptima Morada: Entrega (Obediencia)

Jesús:

Con toda verdad pude afirmar: “Yo hago siempre lo que agrada a mi Padre”, haciéndome uno de tantos, en el despojo total… es la entrada a esta séptima morada.

Yo:

Señor mío, Jesucristo, deseo soltar todo lo que me detiene a amarte solo a ti, en cada ser, en tu creación que sufre.

Deseo Jesús, entregarme generosamente, como tú, en el servicio y amor del mundo, poniendo mis ojos en los Crucificados que hoy son también despojados de todo…, sabiendo que tú me haces libre.

Busco aprender a leer tus tiempos, el Kairos que me aguarda en cada capítulo de mi vida.

Enseñame a desapegarme, a caminar ligera de equipaje para seguirte con prontitud por la senda que cada día me abres.

No tendremos paz mientras no vivamos desde ti,
desde la morada más interior…
Deseo vivir con la misma actitud tuya, que,
sin privilegios, ni exigencias lo dejaste todo,
haciéndote uno con nosotros.
Y así, te entregaste, hasta morir en la cruz, para darnos vida.
Contigo, desde la hondura de tus sentimientos
y tu amor sin límites,
solo así, puedo descubrir lo que significa amar y ser fiel…
reconocerte en cada hermano y hermana, en la creación…
en todo el dolor del mundo te veo: en la guerra, la exclusión,
la violencia, el desamor, la indiferencia, la injusticia,
la destrucción, la marginación, el sinsentido, la muerte…
y deseo aprender a ser parte,
para acompañar y consolar y dejarme amar.

Concédeme poner mi libertad
sobre tus huellas